Vuelvo a escribir. ¡Qué lejos queda ya Cancún! En kilómetros serán varios miles, tantos que ni Google Maps me deja calcular la ruta desde mi casa hasta Playa del Carmen. Parece que fue en otra época cuando íbamos en bañador y chancletas, tarareando las últimas coplillas musicales, en busca de Lorenzo, de Blanca y sus pócimas, o del descanso. Ves las fotos y piensas que eso pasó hace ya años. Pero realmente... Hay algo que sigue ahí. Es como una pequeña llama que sigue ardiendo, y en cuanto se dan las condiciones adecuadas, vuelve a resurgir. Lupita es como el ave fénix que resurge de sus cenizas. Y hoy, víspera del Patrón, el espíritu Lupita ha vuelto. Tan grande ha sido este viaje, que el espíritu Lupita será el denominador común en el día de mañana. Tan lejos, y tan cerca a la veaz. Pero volvamos antes a Playa del Carmen, a los días en los que lucíamos la pulsera del hotel y alguna quemadura. Hoy es viernes. Hoy ha fiesta en un barco, de blanco.
Aunque antes hay que pasar la mañana. Y pasarla, no será tarea sencilla. Por mucho espíritu guerrero que uno tenga, por muchos kilómetros que se haya recorrido alrededor del campo de Golf, dentro del respiro del viaje se necesita también un respiro. Y la mañana de ese viernes, fue la ideal. Con Sol, con calma y con alegría. Las caras mostraban ya el cansancio, pero no ese cansancio de ecuaciones, exámenes y trabajos. No, era el cansancio de haber disfrutado de un buen día por completo. Una mañana de tumbona para recordar las anécdotas del día anterior, para tasar la magnitud del día, para darnos cuenta de que pocas veces seríamos capaces de igualar un jueves como ese. Paseitos por la playa, de aquí a ahí, con mil historias e imágenes en la cabeza. Estrechando ese lazo de la nueva familia Lupita. Guardando los recuerdos, y disfrutando de las playas del Caribe. ¡Qué extraño se hace ahora, pero qué natural se nos hizo!. Estar ahí, en Playa del Carmen, tumbados en mitad de la arena, disfrutando del cansancio. Compensando el sueño con siestas al Sol (alguno ya demostró que Lorenzo ataca cual guiri borracho), y cargando las pilas.
Y es que todavía nos quedaba la "fiesta de blanco". Un servidor llevaba algo blanco, pero para el viernes, el blanco se tiñó ocre. Con los colores no me hagáis mucho caso, porque yo también soy de ese 99% de la población masculina que no distingue entre azul celeste y azul cielo. Así que tuvimos que coger el autobús, sufrir los botes, los baches, los topes y los relámpagos del destino para llegar a "PlayadelCar". En búsqueda de la camiseta blanca. Contábamos con informes que apuntaban a que había una tienda de cosas de blanco, y ahí que nos fuimos. Sorpresa: era ropa de calidad. Es decir, eso es, dos puntos: guiri borracho entraría, ooh yeah it's very nice! Give me two. Y cuando paga se le caen hasta los calcetines blancos. Caro, caro. O mejor dicho, precio europeo. ¡Pero qué tejones! Somos estudiantes. Así que nos declinamos por la oferta 2x1 en camisetas temáticas de toda la vida de cada sitio. Camiseta ready, así que listos para la noche.
Gente Xcape. Equipo Xcape. ¡Rumbo a Cancún! Y de la nada surgió un mini Las Vegas. Con sus luces, sus sonidos, sus letreros luminosos, y sus ganas de agradar. La cenita en el HardRock Café. Quizás no lo más de lo más, y quizás tampoco fuera lo ideal. Pero mira, estamos de vacaciones, así que alegría. De ahí, cruzar la calle y a "NoRecuerdoElNombre". Recuerdo que había un hombre con un albornoz de tigre, que intentaba engatusar a nuestras excelentísimas compañeras de viaje (ellas tienen más clase claro), y repartían globos. Poneos en situación, un hombretón de color, tres por tres por tres, con albornoz de tigre, que paraba las canciones para hacer comentarios del tipo : ouuuh yeeah, ¿dónde están los españoles? Yeahhh. Espectacular. A la par que cansino. Así que venga, globos en la mano que nos vamos al... BARCO.
Sí, de nuevo al barco. El GRAN barco. Compañeros y amigos ya del capitán. Sufridor, o mejor dicho, uno más de la fiesta. Del barco y de lo que se disfrutó, poco más que añadir. Hay que vivirlo. Del capitán, el recuerdo de cómo nos condujo hacia las ramas, de cómo se metían en el barco y luego giró para salir de ahí. Al loro, que este luego se iba a un crucero por Italia, ¿no? El Schettino le llaman. Del barco, de la alegría, de la música... Al after en una terraza en Cancún. Como en las películas. En una terraza, se sacan un after. Como quien planta un peral, igualito. Puede ser que por primera vez en el viaje, aquí sí que las fuerzas empezaban a rozar mínimos. Pero oye, seguimos de pie, que conste en acta arbi.
Y como lo siguiente toca en sábado, y por hoy ya tenemos lectura para recordar, dejamos esto en un continuará. Porque seguirá. Porque el espíritu Lupita sigue latiendo, y que siga así por muchos años más.
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