Después de desayunar "como si no hubiera mañana" decidimos probar eso de la playa. A ver qué es eso, en enero. Con la compañía de la crema de Sol, una toalla, bañador y las gafas de Sol. Pocas cosas más, aparte de una ganas increíbles por tocar la playa. Porque aunque aquí la tengamos siempre ahí, porque aunque la hayas visitado cada día en verano, nunca te cansas de pisarla. Y menos en enero. Y menos a 25ºC. Y aún menos en el Caribe.
Para ir del Lupita a nuestra playa teníamos que coger un autobús. Más alto que un camión, menos equipado que el Alcatel de @pduenasc. Y una tortura para cualquiera que probase a ir sentado atrás, soportando los baches. De nuevo, y pido perdón por repertirlo, pero los baches sí que son "otro rollo". No es normal que los famosos topes sean zanjas en la carretera. Que donde tendría que haber asfalto haya un salto. He visto a motos quedarse ahí sufriendo por salir, y a nuestro bus saltar como si eso fuera una especial de un rally. No hay nada peor que un tope en un autobús de playa. Pero como estás de vacaciones transformas el problema en diversión, y te da igual.
Llegada a la playa, enfilando el corredor que nos conducía hasta nuestra pequeña porción del paraiso. Y al llegar y pisar la arena, miras arriba y ves las ramas de las palmeras con sus cocos esperando, y ves el cielo azul. Escuchas el mar de fondo, encabritado ese día con viento; y poco a poco empiezas a recobrar el sentido. ¡Que hemos llegado! ¡Que ya empieza esto de verdad! Manos a la obra a por una tumbona, y a buscar a Lorenzo. Con el pensamiento de lo preocupados que estábamos y el estrés de estar a 25ºC en el Caribe, nada mejor que tumbarse hacia Lorenzo. Y a disfrutar. ¡Cómo no1, cada pocos intervalos de tiempo hacemos nuestros relevos para ir a coger algo de sustento. Y es que no podemos jugarnos ahora a quedarnos secos y morir por deshidratación. Con tanto Sol, es importante beber líquidos y comer algo sólido (me sé de uno que si no comió como para un mes, no comió nada). Luciendo la pulsera claro, a probar lo que había por ahí. Comidas típicas del lugar como son los nachos, y clásicos como las hamburguesas. ¡Cuánto estrés! (como diría el arbi, el fuerte no, el otro).
Más Sol, más playa, más bañitos. Jugamos también a voley, dando lecciones de calidad, mandando el balón a lugares insospechados y violando las leyes de la física. El balón era prestado por un grupo de guiris (malditos turistas) gracias al talante del Sr. K, ese que lo mismo te juega a voley que te bucea ó te machaca el aro. Pero claro, había poco grip y se lo tiramos a su zona tres veces, una de ellas tirando las copas (vacías por suerte). Una cosa estaba clara, hacía falta más trainning si queríamos llegar con toque de vuelta a casa.
Así pasaban los minutos, las horas y la vida en aquella playa de Playa del Carmen, México. Así disfrutamos del Caribe ese lunes de enero. Pensando en ese momento, dándonos cuenta de dónde estábamos y disfrutando. De vuelta en Lupita tocaba empezar a conocer al servicio del lugar. Y no lo digo por los servicios que estaban en perfecto estado de revista, salvo la pista de patinaje temporal al lado de la piscina. Sino a personajes célebres como Blanquita. ¡Blanquita, Blanquita! ¿Qué será de ella ahora mismo? ¿Con quién estará hablando? Tímidos empezamos aquél día, pero la sonrisa no nos la quitaba nadie. Otro ritmo. Otra esencia.
Llegó la noche, llegó finalizar el día. Ahora equipados con nuestra emblemática carptea Xcape. Sólo al alcance de los más intrépidos viajeros que van a la Riviera Maya. Mañana martes tocaba debutar en Tulum. Habíamos oído hablar muy bien del sitio y estaba marcada como un "must!" en todas las quinielas. ¿Qué podría haber mejor que nuestra playita? En pocas horas lo íbamos a conocer.
En pocas horas no nos lo pasaríamos bien. En pocas horas íbamos no diríamos pasarlo bien sino... ¡Pasarlo chevere!
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Personaje en anonimato por la cantidad ingente de desayuno |
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