domingo, 29 de enero de 2012

Memorias de la Riviera: Y Kukulkán descendió de los cielos

Previously on Memorias de la Riviera: recta-tope-recta-tope-recta-tope con vendedor de comida-recta-perro en mitad de la carretera-recta. Y llegamos, con la luz roja encedida, a Chichén Itzá. Esquivamos a los vendedores, al hombre pájaro y la iguana. Y llegamos a la explanada.

Los valientes del bus 56 llegamos un poquito tarde, pero no pasa nada, así tenemos más material para escribir. El camino hasta el templo es corto, apenas 100metros de sombra y árboles, animados por el sonido del jaguar. No es que tengas ahí jaguares salvajes, sino que venden un... ¿cómo llamarlo?... chisme que soplas y suena tipo jaguar (algo así como "wawawuauaawaaa", ¿queda claro, no?). El marketing tiene mucho peso en mi, y cada rugido empujaba a la vocecita interior a comprarlo. Dejando las compras a un lado, ¡vamos a por Chichén!. La verdad es que impresiona más lo que hay detrás de todo esto que el lugar en sí. El templo está bien conservado,  llama la vista... Pero sin una explicación te quedarías a medias, sin conocer la verdadera historia. Para empezar el aplauso. Nosotros llegamos y había un grupo de guiris (nótese que para nosotros el resto son guiris, pero nosotros ya estamos integrados en la cultura local) aplaudiendo. Uno no sabía si es que en su país aplaudían así de raro, aplauso-stop-aplauso, o se trataba de algún juego local. Raro, raro, raro. Pero nos tocó nuestro turno de plantarnos delante de la escalinata. De repente el guía, con su album de fotos en la mano, nos dice "contamos 1,2,3 y aplauden una vez". ¿Este está bien de la cabeza, no? Venga, todos a hacer el aplauso. 1,2,3... Aplauso...¡CUAAAAC! Tal cual lo digo pasó. Algo pasa en la escalinata que se produce un efecto sonoro arriba, en la cresta, que bien se parece a un pato. Al principio puedes pensar que han puesto a un animador Lupita para que en cuanto le hagan un gesto abajo, haga el sonido del pato. Pero no, eso pasa de verdad. Pelos de punta. Empiezo a tener miedo. Miedo de admiración. Porque esto no es casual. Y saber que dentro del templo hay otro templo aún me deja más impresionado.

Luego tienes la serpiente, Kukulkán. Te alejas del templo y se ve arriba un bloque saliendo de la parte derecha del templo, das un paso más atrás y otro cacho más, así hasta llegar abajo donde se junta todo y se forma una serpiente que desciende de los cielos hasta besar el suelo. Es Kukulkán, la serpiente emplumada, que se viene de viaje con nosotros. Otra jugada maestra Maya, esto se empieza a poner serio. En el altar de sacrificios más efectos sonoros, ahora más agudo, ahora no es un pato. Como dijo el guía, tanto el sacerdote como el sacrificado iban drogados para montar el espectáculo de sacrificio, sacando el corazón a la víctima y dejándola en ese trono. Tranquilamente oye.


¿Algo más? ¡Claro! El campo de juego. El juego de pelota maya. Pongámonos en situación. Los maya tenían (tienen) una estatura media de 1.60m aproximadamente. Bien. Estos hombrecitos tenían que meter una bola de 2-3kgs. Difícil. En unos aros que había en medio del campo, a una altura de unos 8 metros. Muy difícil. Con la sóla ayuda de codos, piernas, hombros y el capi que llevaba un bate. ¿Seguro que son así las reglas?. Supongamos que después de dos días de juego entra la bolita (con meter uno ya ganabas, ¡cómo para meter más!). El ganador se llevaría oro, joyas y tejones de por vida, ¿no?. No. Le cortaban la cabeza. Ahí mismo. Porque ganar era un honor. ¡BUM!. Por cierto, ¡cómo no, aquí también hay efectos sonoros!. Si silbas en un lado, rebota y se amplifica en el otro. Si aplaudes, se repite 7 veces. Si aplaudes contra la pared, suena el golpeo de una pelota en el frontón. No se vosotros, pero yo me quedaba un día entero aplaudiendo por ahí. Yo creo que los Maya inventaron también el MP3 y usaban Megavideo. Bromas a un lado, me quito el sombrero y cada vez más fascinado.

Después de alguna que otra explicación más, entre las que destaco cómo nos plantamos delante de un vendedor y le preguntó sobre el calendario Maya para rematar la jugada con "¿por cuánto les venderías un colgante?" y la confirmación de lo que nos dijo don Miguel "No se acaba el mundo el 21 diciembre sino que Kukulkán descenderá para escribir el siguiente capítulo" (así que con calma, que todavía esto no se acaba), se dio el pistoletazo de salida a las compras. ¡Nos vamos de choping!

Todos tenemos nuestras historias aquí. Todos cautivamos por el canto de las sirenas (aunque estos sean hombrecillos bonachones) "diez pesos un dólar", "dos euros un dólar". No era ese el precio de venta sino la conversión. Pasemos a "Aprenda a regatear como si estuviera en primero". Siempre desde el respeto. Clave. Antes persona que guiri.
Te acercabas y empezabas por 200 pesos. Mirada fulminante y la excusa de "soy estudiante, no tengo tanto". Te lo baja a 150 pesos. Cara de pena, porque deseas esa figura, porque realmente se crea un vínculo entre la figura y tú, porque hay feeling y lo que era piedra ahora es arte, es algo más. Hay que actuar, le dices "nos vamos mañana y tanto no tengo", con la mirada triste, cual corderito. Él entra y dice que más barato no puede, que si te llevas más te hace precio. Pero quieres una, no cien, "por 100 pesos la cojo". El vendedor abatido dice que tan poco no puede, 120 pesos. No, insistes, "me voy mañana y no tengo tanto, sólo me quedan 100". Cruce de miradas, es vital aguantar la mirada. Está bien, por 100 pesos. Y te sientes como un broker después de ganar millones. De aquí a Wall Street.

Pero no siempre sale bien. Recuerdo la siguiente negociación con cariño. Después de comprar para familiares y amigos, desde marca páginas para gente que anda con E-book hasta figuras que van a pares, era la hora de volver al campamento base. Por el camino vi una figura curiosa, las que lucen tanto en el puesto y en casa acabarán cogiendo polvo:

-Vendedor (Se llamará $$): Hola amigo. ¿España? Precio español. No americano, no americano amigo. Compra amigo, barato.

-Servidor (Yo): ¡Holaaa! (Con alegría, para enternecerle). Quería esta figura, ¿cuánto cuesta? Sólo una.
-$$: Precio español, barato, se lo rebajo amigo. Por 100 pesos se la lleva, menos si coge más.
-Yo: Buffff (cara de que se me cae el mundo encima). Es mucho, no tengo tanto.

*Ahora tuve que saltarme el guión del regateo porque nos teníamos que ir. Y el refranero popular ya dice que las prisas no son buenas consejeras.

-Yo: Mire, le doy 20 pesos y me la llevo ahora mismo.
-$$ (sonriendo, muy muy malévolamente): Ohhh, está bien amigo. Por 20 pesos.

**Algo me olía, él echaría una bola de humo y huiría con mis 20 pesos. De repente se agacha, coge papel de regalo (la prensa del día anterior) y ve como mi cara empieza a alegrarse. No pensaba que iba a salir bien esto sin seguir el guión. Y se agachó y... Cogió una piedra del suelo y me dijo que por 20 pesos era mia. LOL. Touché. Casi le doy 10 pesos de propina por la jugada, un maestro.

Todo el mundo de vuelta ya con bolsas llenas de "candidatos a coger polvo", pulseras, colgantes, ponchos, gorros, jaguares... Y como el bus 56 tardaba nos dio tiempo a echar alguna última compra: imanes para la nevera, una pulsera (con la clásica frase de "es mi primera venta amigo")... Buenas compras, esperando al autobús. Que llegó, tarde pero llegó.

Todavía no se acaba el día, porque nos vamos de cenote. No, no nos darán de cenar sino que vamos a saltar a un pozo. Pero ya lo dije una vez, para saltar ahí primero hay que llegar... Y el viaje no va a ser "normal ni corriente". Y recordaremos los saltos con estilo libre, desde ángeles del cielo hasta planchazos. El autobús seguirá dando juego. Hasta entonces, que Kukulkán nos protega.

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