martes, 31 de enero de 2012

Memorias de la Riviera: Cenote y ventiladores.

Cenote. ¿Más comida? Acaso el Centollo no tiene suficiente con todo lo que come cada día. Acaso la panda esa no come suficiente cuando se mete una hamburguesa de aperitivo para luego cogerse dos trozos de pizza, pollo, carne, tacos y ensalda -detalle importante para parecer gente sana- entre pecho y espalda después de un desayuno intergaláctico. ¿Les faltan calorías? No, tranquilos. El cenote no es la cena que nos metíamos cada noche como si no hubiera mañana. El cenote es un salto en un pozo natural, con una altura para los amateurs de unos 6 metros, y profundidad de más de 50 metros. Con una altura... muy grande... para esos que saltan en los videos de la marca de bebidas del torico (no haré publicidad, que paguen hombre) que te quedas mirando pensando que algún día lo harás.

Pues ahí íbamos nosotros. Los de Xcape. Los que pondrían el espectáculo en aquel cenote en medio del Caribe, donde las palabras prisa y agobio no existían. Donde hasta la lluvia era recibida con sonrisas. Y es que donde va un grupo de españoles, va un grupo que reconocerás a la legua. Y lo encontrarás en cualquier parte: en un bazar, en Notting Hill, en China... Y en el cenote de Kantun Chi. Ahí íbamos nosotros, después de someternos a dejar toda la ropa en las taquillas y ducharnos tirando de una cuerda (rollo chill out que diría aquel), bajando por la escalera agarrándonos a la cadena para evitar resbalones. Conforme bajas, frío, y más frío, y más humedad, y más frío. Y vas pensando si tú, tú que saltas del gabarrón y ya te crees olímpico, saltarás en este cenote. Cada cual a su ritmo, que si canciones, palmadas, aplausos, haciéndonos notar.


Llegas abajo, se abre el cielo arriba y las escaleras te conducen al salto. En fila india, disciplina militar. Con respeto, todos. Desde el novato hasta el que se jugará un mortal para impresionar a las féminas (cuidado porque no sólo iba representación muy lujosa Tecnun sino también ISSA, ojo). Fila india, pasito a pasito. Vas subiendo, viendo como saltan y pensando en tu salto. Algo habrá que hacer, ¿no?. Arriba te mandan esperar, mano para pararte y pista libre. El tiempo se para, la gente mira. ¿Y si te resbalas antes de saltar? ¿Dolerá el planchazo? Uno, dos, tres... ¡al agua! ¡A pasarlo chévere!! Salto libre. Desde mortales increíbles (esta gente se tiene que entrenar), hasta posturas que se congelaban en el tiempo, arriba. También estábamos los mortales, que si el símbolo del corazón (imposible despegarme de él) hasta algún planchazo por error de cálculo. El caso era caer, y hacer ruido. Los saltos se valoraban según estilo, si era bonito un "ohhhhh, clap, clap", si te dabas un planchazo gritos, ovación cerrada y el cenote se venía abajo. Así somos. Ya en el agua estabas un poquillo a remojo, mirando hacia arriba, en la cueva viendo el cielo y las lianas colgando. Mirar abajo y ver negro, todo negro. ¿Qué habría ahí?.



La clave: manos cruzadas, gesto serio, gafas en la mano
Después de la exhibición era hora de regresar a Lupita, volver a casa con Blanquita, Bryan, Adelina y toda nuestra familia de acogida. Los héreos de la batalla luciendo las marcas, rojas heridas de guerra. Y los afortunados del bus 56, esperando, ¡cómo no! Alguno hizo la del guiri borracho (cough cough @pduenasc) y se cambiaron de bus. El resto de la tropa ahí se fue, dejándonos tirados como guacamole pasado, como daiquiri sin mango, como tejón sin palomitas. Dejando a un lado a los pobres telecos que no tienen iluminación del Motorsport (pobre Arbi, pobre EMP), el resto del pelotón formamos un corrillo alrededor del motor en cuanto oímos que tenían problemas. Y es que para algo estudiamos ingeniería, ¿no? Ahí estaríamos una veinte de prometedores talentos, inspeccionando el motor, mirando como si entendiésemos. Un trabaja, cuatro miran, pero en versión radical. Y hablando, hablando y hablando. Porque en Playa del Carmen las cosas funcionan de "otro rollo". Si la correa del ventilador está suelta, ¿cómo la volvemos a poner? Pues arrancamos el motor, que gire ese eje a lo loco, de esto que si te coge el codo te hace ambidiestro, y le pegamos un mazazo para meter de nuevo la correa. ¿Qué hacemos si montamos todo y un cable nos estorba? Pues lo cortamos, y punto. La ley número uno del montaje es que si sobra, no hacía falta.


Eso sí, nuestro driver más preocupado por el baño y su nueva fragancia (no señalaremos a nadie) que por ese motor y la luz roja de la muerte. Ese sería un problema para el driver del futuro, no para él. Con el motor arreglado, todos dentro, todos a Lupita. Eso de arreglado muy optimista era, porque ahí atrás se sufría tan mal como antes. Que si, que en el viaje el sufrimiento es relativo. Porque cuando el driver se puso a adelantar en una carretera de doble sentido a otro bus (¡al loro!) el resto de la tropa empezó a aplaudir, gritarle, animarle... Un equipo al fin y al cabo. Aplausos, celebración y alguna lagrimilla al ver el adelantamiento consumado con éxito (la "muelte" andaba cerca). Incluso el Centollo se vino arriba y se alarmó cuando vio un coche por el otro carril en dirección "opuesta" (su dirección habitual). Tanta glucosa... Ahí anduvimos sufriendo la tropa teleco (medio dormida toda, salvo cuando tocaba amenzar a alguien), "el arbi casi tan fuerte" y servidor. Al ritmo de clásicos musicales como Daddy Yankee, Pitbull, Florida... Culturilla vaya.

Y así llegamos a Lupita, nuesta nueva casa. Prometo hablar de Lupita. Porque Lupita se merece un capítulo por separado. Es única. O por lo menos hicimos que lo fuera. Eso sí, antes viene mañana, el jueves. El gran jueves. Ese jueves que hará que el resto de jueves no lo sean tanto, no sean "tan jueves". Y es que ese día dio, y dará, para mucho.

domingo, 29 de enero de 2012

Memorias de la Riviera: Y Kukulkán descendió de los cielos

Previously on Memorias de la Riviera: recta-tope-recta-tope-recta-tope con vendedor de comida-recta-perro en mitad de la carretera-recta. Y llegamos, con la luz roja encedida, a Chichén Itzá. Esquivamos a los vendedores, al hombre pájaro y la iguana. Y llegamos a la explanada.

Los valientes del bus 56 llegamos un poquito tarde, pero no pasa nada, así tenemos más material para escribir. El camino hasta el templo es corto, apenas 100metros de sombra y árboles, animados por el sonido del jaguar. No es que tengas ahí jaguares salvajes, sino que venden un... ¿cómo llamarlo?... chisme que soplas y suena tipo jaguar (algo así como "wawawuauaawaaa", ¿queda claro, no?). El marketing tiene mucho peso en mi, y cada rugido empujaba a la vocecita interior a comprarlo. Dejando las compras a un lado, ¡vamos a por Chichén!. La verdad es que impresiona más lo que hay detrás de todo esto que el lugar en sí. El templo está bien conservado,  llama la vista... Pero sin una explicación te quedarías a medias, sin conocer la verdadera historia. Para empezar el aplauso. Nosotros llegamos y había un grupo de guiris (nótese que para nosotros el resto son guiris, pero nosotros ya estamos integrados en la cultura local) aplaudiendo. Uno no sabía si es que en su país aplaudían así de raro, aplauso-stop-aplauso, o se trataba de algún juego local. Raro, raro, raro. Pero nos tocó nuestro turno de plantarnos delante de la escalinata. De repente el guía, con su album de fotos en la mano, nos dice "contamos 1,2,3 y aplauden una vez". ¿Este está bien de la cabeza, no? Venga, todos a hacer el aplauso. 1,2,3... Aplauso...¡CUAAAAC! Tal cual lo digo pasó. Algo pasa en la escalinata que se produce un efecto sonoro arriba, en la cresta, que bien se parece a un pato. Al principio puedes pensar que han puesto a un animador Lupita para que en cuanto le hagan un gesto abajo, haga el sonido del pato. Pero no, eso pasa de verdad. Pelos de punta. Empiezo a tener miedo. Miedo de admiración. Porque esto no es casual. Y saber que dentro del templo hay otro templo aún me deja más impresionado.

Luego tienes la serpiente, Kukulkán. Te alejas del templo y se ve arriba un bloque saliendo de la parte derecha del templo, das un paso más atrás y otro cacho más, así hasta llegar abajo donde se junta todo y se forma una serpiente que desciende de los cielos hasta besar el suelo. Es Kukulkán, la serpiente emplumada, que se viene de viaje con nosotros. Otra jugada maestra Maya, esto se empieza a poner serio. En el altar de sacrificios más efectos sonoros, ahora más agudo, ahora no es un pato. Como dijo el guía, tanto el sacerdote como el sacrificado iban drogados para montar el espectáculo de sacrificio, sacando el corazón a la víctima y dejándola en ese trono. Tranquilamente oye.


¿Algo más? ¡Claro! El campo de juego. El juego de pelota maya. Pongámonos en situación. Los maya tenían (tienen) una estatura media de 1.60m aproximadamente. Bien. Estos hombrecitos tenían que meter una bola de 2-3kgs. Difícil. En unos aros que había en medio del campo, a una altura de unos 8 metros. Muy difícil. Con la sóla ayuda de codos, piernas, hombros y el capi que llevaba un bate. ¿Seguro que son así las reglas?. Supongamos que después de dos días de juego entra la bolita (con meter uno ya ganabas, ¡cómo para meter más!). El ganador se llevaría oro, joyas y tejones de por vida, ¿no?. No. Le cortaban la cabeza. Ahí mismo. Porque ganar era un honor. ¡BUM!. Por cierto, ¡cómo no, aquí también hay efectos sonoros!. Si silbas en un lado, rebota y se amplifica en el otro. Si aplaudes, se repite 7 veces. Si aplaudes contra la pared, suena el golpeo de una pelota en el frontón. No se vosotros, pero yo me quedaba un día entero aplaudiendo por ahí. Yo creo que los Maya inventaron también el MP3 y usaban Megavideo. Bromas a un lado, me quito el sombrero y cada vez más fascinado.

Después de alguna que otra explicación más, entre las que destaco cómo nos plantamos delante de un vendedor y le preguntó sobre el calendario Maya para rematar la jugada con "¿por cuánto les venderías un colgante?" y la confirmación de lo que nos dijo don Miguel "No se acaba el mundo el 21 diciembre sino que Kukulkán descenderá para escribir el siguiente capítulo" (así que con calma, que todavía esto no se acaba), se dio el pistoletazo de salida a las compras. ¡Nos vamos de choping!

Todos tenemos nuestras historias aquí. Todos cautivamos por el canto de las sirenas (aunque estos sean hombrecillos bonachones) "diez pesos un dólar", "dos euros un dólar". No era ese el precio de venta sino la conversión. Pasemos a "Aprenda a regatear como si estuviera en primero". Siempre desde el respeto. Clave. Antes persona que guiri.
Te acercabas y empezabas por 200 pesos. Mirada fulminante y la excusa de "soy estudiante, no tengo tanto". Te lo baja a 150 pesos. Cara de pena, porque deseas esa figura, porque realmente se crea un vínculo entre la figura y tú, porque hay feeling y lo que era piedra ahora es arte, es algo más. Hay que actuar, le dices "nos vamos mañana y tanto no tengo", con la mirada triste, cual corderito. Él entra y dice que más barato no puede, que si te llevas más te hace precio. Pero quieres una, no cien, "por 100 pesos la cojo". El vendedor abatido dice que tan poco no puede, 120 pesos. No, insistes, "me voy mañana y no tengo tanto, sólo me quedan 100". Cruce de miradas, es vital aguantar la mirada. Está bien, por 100 pesos. Y te sientes como un broker después de ganar millones. De aquí a Wall Street.

Pero no siempre sale bien. Recuerdo la siguiente negociación con cariño. Después de comprar para familiares y amigos, desde marca páginas para gente que anda con E-book hasta figuras que van a pares, era la hora de volver al campamento base. Por el camino vi una figura curiosa, las que lucen tanto en el puesto y en casa acabarán cogiendo polvo:

-Vendedor (Se llamará $$): Hola amigo. ¿España? Precio español. No americano, no americano amigo. Compra amigo, barato.

-Servidor (Yo): ¡Holaaa! (Con alegría, para enternecerle). Quería esta figura, ¿cuánto cuesta? Sólo una.
-$$: Precio español, barato, se lo rebajo amigo. Por 100 pesos se la lleva, menos si coge más.
-Yo: Buffff (cara de que se me cae el mundo encima). Es mucho, no tengo tanto.

*Ahora tuve que saltarme el guión del regateo porque nos teníamos que ir. Y el refranero popular ya dice que las prisas no son buenas consejeras.

-Yo: Mire, le doy 20 pesos y me la llevo ahora mismo.
-$$ (sonriendo, muy muy malévolamente): Ohhh, está bien amigo. Por 20 pesos.

**Algo me olía, él echaría una bola de humo y huiría con mis 20 pesos. De repente se agacha, coge papel de regalo (la prensa del día anterior) y ve como mi cara empieza a alegrarse. No pensaba que iba a salir bien esto sin seguir el guión. Y se agachó y... Cogió una piedra del suelo y me dijo que por 20 pesos era mia. LOL. Touché. Casi le doy 10 pesos de propina por la jugada, un maestro.

Todo el mundo de vuelta ya con bolsas llenas de "candidatos a coger polvo", pulseras, colgantes, ponchos, gorros, jaguares... Y como el bus 56 tardaba nos dio tiempo a echar alguna última compra: imanes para la nevera, una pulsera (con la clásica frase de "es mi primera venta amigo")... Buenas compras, esperando al autobús. Que llegó, tarde pero llegó.

Todavía no se acaba el día, porque nos vamos de cenote. No, no nos darán de cenar sino que vamos a saltar a un pozo. Pero ya lo dije una vez, para saltar ahí primero hay que llegar... Y el viaje no va a ser "normal ni corriente". Y recordaremos los saltos con estilo libre, desde ángeles del cielo hasta planchazos. El autobús seguirá dando juego. Hasta entonces, que Kukulkán nos protega.

sábado, 28 de enero de 2012

Memorias de la Riviera: Para ver Chichén Itzá hay que llegar

Miércoles. Ecuador de la semana. ¡Qué rapido pasa todo! Nuestros capitanes de Xcape decidieron cambiar el orden de las escursiones y dejar para el jueves la de Isla Mujeres porque había amenaza de lluvia. Mira, si lo dice SuperNacho no vas a decir que no. Porque SuperNacho sabe de que habla, y las carpetas Xcape tienen un tacto que te dicen "aquí hay calidad". Así que ninguna pega, y nos vamos el miércoles a  Chichén Itzá .

¿Quién no ha oído hablar de Chichén Itzá? Al empezar el viaje era la excursión que todos teníamos en mente hacer sí o sí, porque para algo es maravilla mundial. La teníamos ya visualizada, tanto que muchas veces llegas a los sitios y no te impacta tanto porque la has visto tantas veces que sólo esperas confirmar lo que sabías. Pero no iba a ser el caso, tiempo al tiempo. Antes de ir a Chichén Itzá, hay que llegar. ¿Qué tontería, no? Bien, sí, tontería. Lo sería, pero esto es "otro rollo". Hoy miércoles nos tocaba el autobús de la muerte, el número 56 creo recordar. El camino desde Lupita (citado a las ocho y media) hasta Chichén Itzá tenía que durar aproximadamente una hora y media, algo menos quizás, si  fuese normal y corriente. Pero este viaje ni es normal, ni es corriente. Ingenuos eran los que se subieron a ese bus a las 8.30 esperando un viaje plácido y tranquilo. El trayectoria parecía sencillo: una recta. Porque las carreteras allí son rectas; mejor dicho, recta-tope-recta-tope-recta-tope con vendedor de tartas-recta-perro en mitad de la carretera-recta.

El viaje empezó tranquilito, con el clásico repaso al día anterior. Pero ya empezamos con la primera parada al poco de salir. Los malpensados esperaban que alguno estuviese en una urgencia y tuviese que devolver a la Madre Tierra lo que le tomó prestado el día anterior. Pero de ahí no bajó nadie, sólo nuestro "driver". Al fondo Sur llegaban rumores de avería, de cansancio del driver, de que tenía que ir al baño... Bueno, nos lo tomaríamos con calma que un problemilla lo tiene cualquiera. A los cinco minutos después de arrancar, empieza a ir por la " " " autopista " " " muy despacio, casi echándose a un lado como un tejón herido. De nuevo, parada. Pero sorpresa, ahora tenía una luz roja encendida. Y el fondo Sur el suelo empezaba a quemar y la luz roja no nos tranquilizaba mucho. En otro viaje igual te cabreas si pasa eso, aquí te divertías hasta con luces rojas y averías. ¡Haz algo driver! Aquí viene la jugada maestra. El driver se bajó, salió del bus y se fue a la parte del motor. Tranquilamente cogió un cubo de agua, abrió el portón del motor y ¡bum! (esta va para ti "P"), lo descargó todo. Un cubo, después otro. Mención especial a los policías que en la gasolinera miraban y repasaban un curiosi calendario. Seguimos andando, con los dedos cruzados y pensando en hacer luego la del guiri borracho y montarnos en el otro bus para la vuelta.

Durante el camino a Chichén Itzá uno podía salir de la burbuja del viaje, de las postales de ensueño y del maquillaje para el turista que tiene todo. Mirabas por la ventana del autobús y se veía la realidad. La que no contarás mucho cuando llegues, y puede que no recuerdes cuando el viaje quede atrás. Veías chabolas, apenas cinco tablas de hojalata, una puerta, y un tenderete para la ropa. Escondidas en el bosque, tímidas al ver pasar a autobúses llenos de europeos, de guiris, que van y vienen con sus pesos y su música. También había pueblitos, todos ofreciendo recuerdos, artesanía y comida. En los mismos topes, en los que el autobús casí tenía que pararse para pasarlo, tenías vendedores de comida, de recuerdos, esperando que alguno se parase a comprar. Cables volando por el aire, enredados en un caos ordenado. Una escuela con niños que miraban al autobús pensando que sería otro más, otro día más. La cárcel, con puesto de artesanía de "productos elaborados en la carcel". La vía de tren que atravesaba todo el bosque, apenas un metro de vía en medio de la nada. Y el perro. Aquél perro en medio de ese pueblo, que sin miedo a nada ni nadie estaba sentado en medio de la carretera. Nuestro driver ni corto ni perezoso siguió su ritmo, y al final perro cedió.

Con retraso, gracias a las paradinhas del autobús 56, llegamos a Chichén Itzá. Dejando atrás la realidad de México, y volviendo a la realidad del turista. El parking hasta arriba de autobuses, y nosotros con nuestro guía ya asignado. Sorpresa en los baños con grifos con sensor, estos mayas estaban en todo. ¡Hora de conocer Chichén Itzá!. Antes de llegar hasta la explanada hay que hacer una primer prueba de nervios y contenerse a sacar los pesos y empezar el shopping, o por lo menos, alejarse de la tentación de pararse a mirar. Con frases como "Diez pesos un dólar", "Dos dólares un euro", mientras te señalan sus figuras... ¡La tentación es grande! "Visca el Barça", "Precio españoles, no americanos" "Precio catalán" "Precio estudiantes". Que ahí tenían más precios que en el Corte Inglés, dentro de unos años tendrán tarjetillas "Family & Friends", "Miles and More", ¡al loro!. Un corredor plagado de puestos a los lados, luego girábamos a la izquierda y... ¡bum!. Chichén Itzá. Bienvenidos.
La del "guiri borracho" en su máxima expresión

Seguiremos en otra entrada porque el llegar a Chichén Itzá ya nos está dejando cansados y hay que tener energías para lo que viene: ¿se acabará el mundo el 21 de diciembre? ¿hay un animador en la cumbre de Chichén Itzá imitando a un pájaro?¿Regatemos?. Todo esto y más, en el próximo capítulo.

martes, 24 de enero de 2012

Memorias de la Riviera: Tulum, o cómo nos dimos cuenta de que estábamos en el Caribe

Ahora sí, ya lo dije por twitter, el martes 10 tocaba empezar con el Cancún cultural. El Cancún de folleto y revista de viajes. Todos hemos visto el clásico cartel en el que se ve una palmera, la arena, y un mar cristalino y en calma. Y cuántas veces habremos pensado "lo que daría por estar ahí", mientras lo veíamos sentados en la parada del autobús, jarreando, y pasando frío.

Pues el martes 10 sentí estar dentro de ese anuncio, estar dentro de una película. Más cerca del sueño que de la realidad. Uno podría decir que Tulum no es más que una explanada con piedras, con restos de lo que hace mucho tiempo fue una gran civilización, una gran ciudad. Y objetivamente yo no se lo negaré. Pero los sitios transmiten algo más, y esas piedras, esa explanda tenía algo distinto. Quizás quedaban ahí los restos de algún hechizo maya, no lo sé, pero algo pasó que nos conectó con el Caribe. Puede ser también que nuestro guía, el gran (no por su altura claro) vasco-maya que nos guió pusiese de su parte para conectarnos más. ¡Un grande! Nos llevó por la ruta express para que fuésemos a la playa y viésemos lo más importante con las mejores explicaciones, y la verdad es que lo hizo como un genio. Merece la pena recordar el momento en el que se paró delante de un matorral para que admirásemos sus hojas especiales, y el "Arbi casi tan fuerte como el todo fuerte" dijese que esa planta también crecía en Txofre (Gros), que eso también tenemos en casa. Ahí se puso nuestro guía a pelar las hojas para hacernos una cuerda, ofreciéndonos una CocaCola "asíii de grande" para el que la soltase. El valiente fue el de Txofre, que le faltó músculo y se ganó un calentón en la mano, pero se llevo la cuerda de recuerdo como pulsera.

Me vienen ahora a la cabeza sus palabras llamándonos canarios porque MVP ("Pulpo") llevaba una camiseta amarilla, y claro, "ustedes son canarios, ¿no?". Cuando le dijímos de dónde veníamos nos contó que su sangre era vasca porque su abuelo era de aquí, pero que luego vino, y demás. Bilbaino tenía que ser, de estos que nacen donde quieren. Tumbado él en el suelo, con el pantalón subido para hacernos la cuerda... ¡Don Miguel! Después de guiarnos cual mago nos comentó que los famosos animalillos del hotel eran conocidos como "tejones" (¡el mundo es un pañuelo!) en Yucatán y en el resto de México se llamaban coatíes. Ahora por lo menos, sabíamos a qué nos enfrentábamos y sabíamos que comían de todo según Don Miguel.

Ahí donde acaba Tulum, donde parece que la tierra se termina, es donde nace el Caribe. Donde las miradas de los conquistadores apuntaban hace siglos, ahora estábamos nosotros, mirando con la boca abierta, lo que Tulum nos regalaba. Las vistas desde arriba hacia la playa, hacia la inmensidad del mar, eran ese catálogo, esa imagen de foto. El mar cristalino, pero bravo y luchador, las palmeras, la playa pequeña pero llena de caracter, los escalones (se bajaban saltando, no andando) que bajaban del mirador hasta los pies de las olas... Pondría la mano en el fuego a que todos nos paramos al verlo. A que todos desconectamos la mente y nos dejamos llevar por el Caribe. No ese Caribe de fiesta y mojitos, sino este otro Caribe. Éste Caribe que la publicidad no puede siquiera representar con sus carteles llenos de retoques. Porque se respiraba mar, tranquilidad, playa, inmensidad, historia, cultura, calma, misterio... Hay que vivirlo.

Esa primera zambullida, dejando las cosas en la arena o en las rocas, y directos al mar. Directos a disfrutar del agua. Lo habremos hecho mil veces aquí en casa, pero ahí es distinto. Tiene una magia difícil de describir. Sólo había que vernos disfrutar como nunca de las olas, disfrutando como niños de cada ola. Metiendo la cabeza y volviendo a llenarnos los pulmos de aire, aire de Tulum. Saliendo del agua con una sonrisa, disfrutando. Cuando te dicen que vas a una playa, siendo como somos la mayoría de San Sebastián y alrededores, no esperas gran cosa. Esperas palmeras y arena, ¿a eso se reduce el Caribe, no?. Pues no, Tulum, su playa. Eso es lo que hay que ver para disfrutar. Perderte luego por los senderos de Tulum y acabar en otro acantilado, mirando a ninguna parte, viendo el mar hasta el infito, las  rocas, las iguanas. ¿A cuántos habrán visto esas iguanas abrir la boca al mirar hacia abajo?

Desde el verde intenso del campo que en otra época fue un hervidero de gente y actividad, hasta su playa, Tulum es un lugar que quedará siempre para el recuerdo. Un lugar al que viajar cuando cierras los ojos y quieres descansar. Cierra los ojos y túmbate en la hierba, camina y baja a la playa.

Tulum. La playa. Caribe.



domingo, 22 de enero de 2012

Memorias de la Riviera: Nos vamos al reservado, nos vamos a Mandala

Ayer cometí un grave error. Daba por cerrado el día después de haber estado en la piscina, error. Creía que ahí acabó el día, que de ahí nos fuimos a dormir... ¡Nada más lejos! La memoria juega malas pasadas, y pasaron tantas cosas en el viaje que al final no sabes dónde poner cada cosa.  Menos mal que guardo con atención la carpeta Xcape para saber qué hicimos cuándo. Y la noche del lunes 9 SuperNacho y Paulina nos prepararon una visita al Mandala para las 23:00.

Aunque estuviésemos ahí, siempre tienes un gusanillo vago en el cuerpo. Y esa noche en el bus que nos llevaba a Playa del Carmen (PlayaCar o PlayadelCar para los amigos) más de uno estaba pensando en que mejor hubiera hecho quedándose en casa (entiéndase casa por Lupita), dormido, preparando el día siguiente con la visita a Tulum. Porque creíamos que salir un día más, un día menos daría igual. Porque también tenemos fiestas aquí, allí, y porque el sueño empezaba a ganar la batalla a la energía. Pero al final, por orgullo o curiosidad, nos subidos al autobús esperando una noche rutinaria y tranquila, alegre y divertida. SuperNacho se presentó como nuestro guía, junto a  Paulina, nuestra guía. Con la misión de que nuestra "Xperiencia" fuera única. Bueno, pinta bien, ¿no?.

Desde donde nos dejaba el bus hasta la zona de fiesta de PlayadelCar hay un pequeño camino. Apenas son 50ms, pero son esos metros que te dan un resumen de la noche cuando vas y cuando vuelves. A la ida todo parecía apagado. Pero nada más empezar a ver las luces y la música el gusinallo del sueño se escondió, y se encendieron nuestras ganas de disfrutar, de pasarlo bien. No habíamos cruzado el Atlántico para quedarnos parados, ¿no? ¡Rumbo a Mandala! Y otra pulsera para la colección. Esas pulseras que te dan un poder especial, pero que luego cuando Lorenzo golpea el día siguiente te dejan una marca blanca, blanca.

Dentro te conducen por unas escaleras guiados con una linterna hasta una zona marcada como "Reservado". Y ahí experimentas ya el cambio de la sensación de querer a dormir a la sensación de estar en la Riviera Maya. A estar en PlayadelCar. A estar de viaje con 60 personas más como tú. Dentro, máxima atención a los nuevos invasores del Mandala, baños con chicles y mentolados a la salida. Chicles y mentolados previo pago claro, porque detrás de todo el surtido de Smints y demás había una cestilla con pesos (lo podían dejar más claro, pero hacen la del guiri). Camareros que lo mismo te atienden y bailan agarrando la fregona que al final de la noche te piden la voluntad, pero siempre con encanto, "otro rollo".  Mil espejos en su pared, en la que fue nuestra pared, nuestro pequeño reservado. Privilegiados no por tener esa zona, sino por estar ahí. Y lo disfrutamos, sin duda que lo hicimos.

(Espacio para la noche de cada uno)

Todos de vuelta sanos y salvos, la mayoría en autobús, otros haciendo turismo por PlayadelCar bajando las calorías del buffet. Cada uno con su ruta de vuelta al hotel, pero todos los caminos conducen a Lupita.
Antes de dormir disfrutando de nuestras nuevas carpetas, evaluando la hora de despertar para Tulum y el desayuno (cualquiera diría que no comemos caliente en casa) y haciendo balance del primer día. Gran primer día.

Una buena noche en la otra punta del Mundo. Una buena noche que mi memoria pensaba que la pasamos todos dormidos después de estar en el hotel. Y ahora sí que sí, mañana martes 10 de enero era hora de conocer Tulum y su playa. Era hora de ver la esencia del Caribe.

Good feeling!

Memorias de la Riviera: Mucho estrés, muy preocupados

Uno esperaba despertarse tarde, a eso del mediodía, pero no sé si será porque el chip interno te dice "aprovecha" o porque el Sol se cuela en la habitación desde las ocho de la mañana. El caso es que para los nueve y media la tropa ya está enfilando el desayuno. Con la máxima preocupación en la cabeza de si deberíamos coger dos o tres vasos para el zumo, y si probar el sandwich mixto o el de queso. Mención especial para los frijoles. Batido de Oro: Plátano con leche. Curioso el "Batido de la Salud".

Después de desayunar "como si no hubiera mañana" decidimos probar eso de la playa. A ver qué es eso, en enero. Con la compañía de la crema de Sol, una toalla, bañador y las gafas de Sol. Pocas cosas más, aparte de una ganas increíbles por tocar la playa. Porque aunque aquí la tengamos siempre ahí, porque aunque la hayas visitado cada día en verano, nunca te cansas de pisarla. Y menos en enero. Y menos a 25ºC. Y aún menos en el Caribe.

Para ir del Lupita a nuestra playa teníamos que coger un autobús. Más alto que un camión, menos equipado que el Alcatel de @pduenasc. Y una tortura para cualquiera que probase a ir sentado atrás, soportando los baches. De nuevo, y pido perdón por repertirlo, pero los baches sí que son "otro rollo". No es normal que los famosos topes sean zanjas en la carretera. Que donde tendría que haber asfalto haya un salto. He visto a motos quedarse ahí sufriendo por salir, y a nuestro bus saltar como si eso fuera una especial de un rally. No hay nada peor que un tope en un autobús de playa. Pero como estás de vacaciones transformas el problema en diversión, y te da igual.

Llegada a la playa, enfilando el corredor que nos conducía hasta nuestra pequeña porción del paraiso. Y al llegar y pisar la arena, miras arriba y ves las ramas de las palmeras con sus cocos esperando, y ves el cielo azul. Escuchas el mar de fondo, encabritado ese día con viento; y poco a poco empiezas a recobrar el sentido. ¡Que hemos llegado! ¡Que ya empieza esto de verdad! Manos a la obra a por una tumbona, y a buscar a Lorenzo. Con el pensamiento de lo preocupados que estábamos y el estrés de estar a 25ºC en el Caribe, nada mejor que tumbarse hacia Lorenzo. Y a disfrutar. ¡Cómo no1, cada pocos intervalos de tiempo hacemos nuestros relevos para ir a coger algo de sustento. Y es que no podemos jugarnos ahora a quedarnos secos y morir por deshidratación. Con tanto Sol, es importante beber líquidos y comer algo sólido (me sé de uno que si no comió como para un mes, no comió nada). Luciendo la pulsera claro, a probar lo que había por ahí. Comidas típicas del lugar como son los nachos, y clásicos como las hamburguesas. ¡Cuánto estrés! (como diría el arbi, el fuerte no, el otro).

Más Sol, más playa, más bañitos. Jugamos también a voley, dando lecciones de calidad, mandando el balón a lugares insospechados y violando las leyes de la física. El balón era prestado por un grupo de guiris (malditos turistas) gracias al talante del Sr. K, ese que lo mismo te juega a voley que te bucea ó te machaca el aro. Pero claro, había poco grip y se lo tiramos a su zona tres veces, una de ellas tirando las copas (vacías por suerte). Una cosa estaba clara, hacía falta más trainning si queríamos llegar con toque de vuelta a casa.

Así pasaban los minutos, las horas y la vida en aquella playa de Playa del Carmen, México. Así disfrutamos del Caribe ese lunes de enero. Pensando en ese momento, dándonos cuenta de dónde estábamos y disfrutando. De vuelta en Lupita tocaba empezar a conocer al servicio del lugar. Y no lo digo por los servicios que estaban en perfecto estado de revista, salvo la pista de patinaje temporal al lado de la piscina. Sino a personajes célebres como Blanquita. ¡Blanquita, Blanquita! ¿Qué será de ella ahora mismo? ¿Con quién estará hablando? Tímidos empezamos aquél día, pero la sonrisa no nos la quitaba nadie. Otro ritmo. Otra esencia.

Llegó la noche, llegó finalizar el día. Ahora equipados con nuestra emblemática carptea Xcape. Sólo al alcance de los más intrépidos viajeros que van a la Riviera Maya. Mañana martes tocaba debutar en Tulum. Habíamos oído hablar muy bien del sitio y estaba marcada como un "must!" en todas las quinielas. ¿Qué podría haber mejor que nuestra playita? En pocas horas lo íbamos a conocer.

En pocas horas no nos lo pasaríamos bien. En pocas horas íbamos no diríamos pasarlo bien sino... ¡Pasarlo chevere!

Personaje en anonimato por la cantidad ingente de desayuno


viernes, 20 de enero de 2012

Memorias de la Riviera: La llegada

Hace ya varios días que aterrizamos del otro lado del charco, pero cada vez que escucho las canciones que sonaron en el barco, en la discoteca, en nuestro Pacha, no puedo evitar recordar el viaje. Me vienen a la cabeza imágenes, videos, que me traen a la memoria recuerdos de un viaje "histórico". Y es que no sé si conquistamos América, pero por lo menos, a mi me conquistó.

Salimos la madrugada del ocho de enero. Los cuentos suelen empezar con "aquella fría noche de invierno...". Y este no iba a ser menos. Porque a las cuatro de la mañana en San Sebastián calor, lo que es calor, no hace. Todos calentando motores esperando al bus, todos cargados de ilusión y sobre todo, ganas de disfrutar. El viaje en bus hasta Madrid interminable, entre siesta y siesta, conversaciones por ahí perdidas y ganas de llegar. ¿Llegar? Optimistas eran los que pensaban que el camino sería corto. La primera anécdota llegó con el autobús y su altura. Y es que hay barras que nuestro busero no podía sortear, y así lo notamos con un chirrido que recorrió todo el techo, ¡ya lo había advertido el "tío más fuerte" del bus!. Después, un tour por el extrarradio de Madrid que casi nos planta en las Castellana buscando otra entrada al aeropuerto. ¡Y con Bejamaya dando espectáculo! Y es que "el matrículas" no había renovado su pasaporte a pesar de que "BusinessGali" lo había recordado por lo menos 1200 veces tirando por lo bajo. Cómo no Javi (Boss) entonando los cánticos y deseos de todos nosotros para que Bejamaya se quedara una semanita en Madrid. Bueno, igual no lo deseábamos, pero... Hubiera sido divertido.

 En Barajas nos reunimos con el resto del grupo, mezclando felicitaciones del año nuevo y primeros bailables improvisados por la terminal. Luego gracias a @pduenasc decidimos contrar un pack de actividades para cubrirnos las espaldas. ¡Menos mal que lo hicimos! Eso sí, tuvimos que sacar un extra de money-money estrujando un poco más la vaca. Con el bonito recuerdo de la comisión por sacar dinero: bum!. Pues nada, que ahora somos Xcape. ¡Y vámonos ya! No tan rápido, que todavía nos esperaban 10 horas 30 minutos de vuelo.

El avión escogido: David Bisbal. Claro que sí, toda una institución para guiarnos al otro lado del charco. Dentro estaban nuestras mantitas, almohadas y pantallas con películas y documentales. Gracias a EMP sólo pude ver medio doc en mi sitio porque vino con ganas de samba y se cargó el mando. Ni reseteando todo eso se arregabla, así que me fui de turismo a sentarme con P. Tranquilamente. Mención especial al NoSoyTuAmigo que se dió cuenta de que la de al lado era de su clase a mitad de camino.

ZzzZzzz ¡Y llegada! Calor, humedad, y oscuridad. Las maletas en su sitio, sin contenido extra. Y después de pasar la prueba del botón (te hacen tocar un botón y si sale rojo te registran; para que veáis todo el rigor mexicano), a buscar el cartel de "Eroski Tecnun". Charlita de Vladimir, recepcionista del Lupita, en el bus, reparto de habitaciones, etc. Ya empezamos también con las propinas de rigor, así como quien no quiere la cosa te lo sueltan: colecta común y alegría.

Y llegamos al Riu Lupita. Ya desde que dejas la maleta te reciben con una copa, incitando a pasarlo bien. ¡Así no se puede uno resistir! ¿Habrá que ir a dormir después de 17 horas de viaje, no? ¡No! Primero a la ducha si es necesario, y rumbo al buffet. ¡Buffet! ¡Comamos por comer! Eso era un WarZone en todo su explendor, ahí entró gente resptable pero desde aquella noche salimos ya con otro chip, "otro rollo". Vale, hemos cenado, ¿vamos a dormir? ¡No! Salimos por el Lupita, a ver qué se cuece. Y a estrenar Pacha. Porque ojo, teníamos nuestro Pacha. Con sus cerezas y todo. Lamentablemente, ese era el máximo parecido con Pacha. Eso y el camarero que estuvo según dijo dos meses en Pacha Ibiza trabajando. No nos vamos a quejar, que estamos de vacaciones. ¡A disfrutar se ha dicho!

Fin del primer día. The show must go on!

domingo, 1 de enero de 2012

Y al mirar la vista atrás. Balance 2011.


La verdad es que firmo todo lo que dije en su día y empiezo a creer eso de "Oráculo" cuando leo esto y hago el balance del año. La mayoría tenemos la necesidad de contar las cosas cuando algo no va bien, pero, ¿por qué no contarlo cuando va bien? ¿Por qué no recordar para disfrutar? El año 2011 ha sido muy bueno. De esas cosechas que se marcan como "Extraordinaria". Sin miedo a decirlo.

Empezó rodeado de buena gente. Y de ahí a la aventura a Alemania, Schwäbisch Hall. Sólo en Alemania, en un pueblo elegido a dedo, en enero, a un curso, dos semanas. Sin saber qué encontraría allí, ni a quién. Ir fue una de las mejores decisiones y privilegios que he tenido. Sigo conversando la amistad de buena gente de Australia, NY, Kazajos, USA, Korea... Es un sitio que ya está marcado en el capítulo de mi libro como digno de recordar. Será el destino, pero ahora mismo me acaba de saludar gente de allí. Muy buena experiencia, muy buena gente y una lección vital.

Después el regreso, y ponerse con la faena. El curso y Tecnun Motorsport. Abril con mi cumpleaños y el regalo de esta panda: una caja llena de chatarra, con un gatico dentro. No un gatico cualquiera, no, uno  de estos que baja el brazo y lo sube con calma. Y personalizado. Sigue ocupando un lugar prefencial en la zona de estudio en casa, y seguirá trayendo muy buenos recuerdos. ¡Sin olvidarme también de la ficha alemana! Una de un casino berlines. Bonito día el del gato.

Los exámenes de mayo, las Landas y los palos de golf junto con "Alors, alors on Dance". Lo mismo íbamos a la piscina para escuchar algo de una brrrrrruja, que nos comíamos unas galletas a altas horas de la noche jugando a las cartas o calentando para el golf. Después vinieron los sanfermines y cómo no. Silverstone con Tecnun Motorsport. Deportivamente uno de los mejores momentos del año, posiblemente el mejor. Recuerdo con nostalgia la entrevista en pit, las cenas en el cámping, el cronómetro, el puesto "7" en autocross... Pero sobre todo, el equipo. Eso sí es un equipo.

A la vuelta tranquilos por aquí, con algún que otro encuentro por la ciudad y sus gentes, con un duende, el polo, etc. La playa y la barca inchable. Saliendo desde Ondarreta remanando rumbo a la Isla. Cinco personas, o cinco y media seis según el día, en la Explorer 2 recomendada para dos adultos máximos. La mejor inversión del grupo. El mejor plan del verano.

Praga y sus puentes, castillos ocultos, coronas, dobry denn y demás anécdotas. El Karlosky, íntimo amigo del grupo, el taxista Dimitri con sus maneras, el restaurante oculto 100% checo... Merece la pena.

Y vuelta a la vida "normal". Porque tampoco es que sea normal. No digo que sea anormal, sino que es extraordinaria. Así de claro. Punto. Vuelta a la uni, septiembre y cuarto. Ojo que somos ya segundo ciclo, los mayores y esa aureola. Extraña sensación al haber perdido a las referencias, a los "de siempre". Los que estaban cuando entramos, las primeras curiosidades, gente a la que tomar como referencia, porque lo merecen. Pero ahora tocaba ser ya "de segundo ciclo".

Y Motorsport. Qué decir de esta temporada. Por una parte te da pena que empiezan a perderse las caras conocidas. Pero no se pierden, sino que siguen su historia y van al siguiente capítulo. Así que te alegras y es bueno saber que les va bien. Por otra parte, mucha motivación y un plus de confianza en mi nueva situación. Con muchas ganas de seguir aprendiendo, de seguir creciendo y buscando ese sueño que empezó hace ya varios años. Mucho le debo al equipo, así que intentaré pagárselo. Eso sí, sin factura proforma. Vino el Kursaal y ese acto, ese día, 4 de noviembre a las 20.00h. Los nervios al ver todo el Kursaal vacío, todas esas butacas que luego estarían ocupadas. La emoción del escape soplandome cerca, como empujándome a salir. Los aplausos, y la gente saludando. Ese día sigue dándome octanos cuando más lo necesito.

Llegó el invierno, los exámenes y la despedida del Peugeot. Fue mi culpa, un error. Apenas unas décimas de segundo. Un exceso de confianza. Sea como fuere, afortunadamente sólo se quedó un susto material. Lección aprendida. Gracias Peugeotto. El frío, la lluvia, el calor repentino, y la lluvia. Los exámenes y... Correr. Reto aceptado, reto en marcha. Con la Sansil como objetivo. Poco a poco. De nada no se hace todo, sino que todo se hace de algo. 

Y fin, recta final. Celebraciones, otra vez el tema de siempre pero con historia distinta a pesar del resultado. Se pasa del papel pasivo a seguir las frases que puse hace un año. A no quedarse esperando que algo llegue. Hay que ir a por ello. Aunque no siempre llegue, llegará. Como lo hizo la Sansil; muy contento con el resultado para ser la primera (43:32): el ánimo de la gente, los entrenamientos... Y ojalá que sea la primera de muchas. Y así fue el año.

No es como volver la vista atrás, y ver la senda que nunca se ha de volver a pisar. Sino volver la pista atrás, y ver que se intentó, se luchó, y a veces se ganó. No siempre. Eso está claro. Si hay alguien que gana siempre, es que no intenta todo lo que pueda. Para avanzar hay que fallar, porque el fallo es parte del riesgo cuando haces algo que no es "lo común". Podríamos hacer lo fácil, y esperar lo de siempre. O podemos luchar y tratar de llegar a las metas que soñamos.

2011 ha sido un año difícilmente mejorable. En todos los aspectos, o casi todos. Pero seguiremos trabajando para que 2012 venga aún mejor. ¿O acaso alguien se baja ahora y se va a quedar mirando como pasa el año? Yo desde luego que en esta parada todavía no me bajo. Gracias a toda la gente que ha colaborado en aquél año 2011. El año del Kaiser que diría aquel. El año 2011.