martes, 13 de marzo de 2012

Memorias de la Riviera: jueves alegres, viernes... ¡También!

Vuelvo a escribir. ¡Qué lejos queda ya Cancún! En kilómetros serán varios miles, tantos que ni Google Maps me deja calcular la ruta desde mi casa hasta Playa del Carmen. Parece que fue en otra época cuando íbamos en bañador y chancletas, tarareando las últimas coplillas musicales, en busca de Lorenzo, de Blanca y sus pócimas, o del descanso. Ves las fotos y piensas que eso pasó hace ya años. Pero realmente... Hay algo que sigue ahí. Es como una pequeña llama que sigue ardiendo, y en cuanto se dan las condiciones adecuadas, vuelve a resurgir. Lupita es como el ave fénix que resurge de sus cenizas. Y hoy, víspera del Patrón, el espíritu Lupita ha vuelto. Tan grande ha sido este viaje, que el espíritu Lupita será el denominador común en el día de mañana. Tan lejos, y tan cerca a la veaz. Pero volvamos antes a Playa del Carmen, a los días en los que lucíamos la pulsera del hotel y alguna quemadura. Hoy es viernes. Hoy ha fiesta en un barco, de blanco.

Aunque antes hay que pasar la mañana. Y pasarla, no será tarea sencilla. Por mucho espíritu guerrero que uno tenga, por muchos kilómetros que se haya recorrido alrededor del campo de Golf, dentro del respiro del viaje se necesita también un respiro. Y la mañana de ese viernes, fue la ideal. Con Sol, con calma y con alegría. Las caras mostraban ya el cansancio, pero no ese cansancio de ecuaciones, exámenes y trabajos. No, era el cansancio de haber disfrutado de un buen día por completo. Una mañana de tumbona para recordar las anécdotas del día anterior, para tasar la magnitud del día, para darnos cuenta de que pocas veces seríamos capaces de igualar un jueves como ese. Paseitos por la playa, de aquí a ahí, con mil historias e imágenes en la cabeza. Estrechando ese lazo de la nueva familia Lupita. Guardando los recuerdos, y disfrutando de las playas del Caribe. ¡Qué extraño se hace ahora, pero qué natural se nos hizo!. Estar ahí, en Playa del Carmen, tumbados en mitad de la arena, disfrutando del cansancio. Compensando el sueño con siestas al Sol (alguno ya demostró que Lorenzo ataca cual guiri borracho), y cargando las pilas.

Y es que todavía nos quedaba la "fiesta de blanco". Un servidor llevaba algo blanco, pero para el viernes, el blanco se tiñó ocre. Con los colores no me hagáis mucho caso, porque yo también soy de ese 99% de la población masculina que no distingue entre azul celeste y azul cielo. Así que tuvimos que coger el autobús, sufrir los botes, los baches, los topes y los relámpagos del destino para llegar a "PlayadelCar". En búsqueda de la camiseta blanca. Contábamos con informes que apuntaban a que había una tienda de cosas de blanco, y ahí que nos fuimos. Sorpresa: era ropa de calidad. Es decir, eso es, dos puntos: guiri borracho entraría, ooh yeah it's very nice! Give me two. Y cuando paga se le caen hasta los calcetines blancos. Caro, caro. O mejor dicho, precio europeo. ¡Pero qué tejones! Somos estudiantes. Así que nos declinamos por la oferta 2x1 en camisetas temáticas de toda la vida de cada sitio. Camiseta ready, así que listos para la noche.

Gente Xcape. Equipo Xcape. ¡Rumbo a Cancún! Y de la nada surgió un mini Las Vegas. Con sus luces, sus sonidos, sus letreros luminosos, y sus ganas de agradar. La cenita en el HardRock Café. Quizás no lo más de lo más, y quizás tampoco fuera lo ideal. Pero mira, estamos de vacaciones, así que alegría. De ahí, cruzar la calle y a "NoRecuerdoElNombre". Recuerdo que había un hombre con un albornoz de tigre, que intentaba engatusar a nuestras excelentísimas compañeras de viaje (ellas tienen más clase claro), y repartían globos. Poneos en situación, un hombretón de color, tres por tres por tres, con albornoz de tigre, que paraba las canciones para hacer comentarios del tipo : ouuuh yeeah, ¿dónde están los españoles? Yeahhh. Espectacular. A la par que cansino. Así que venga, globos en la mano que nos vamos al... BARCO.

Sí, de nuevo al barco. El GRAN barco. Compañeros y amigos ya del capitán. Sufridor, o mejor dicho, uno más de la fiesta. Del barco y de lo que se disfrutó, poco más que añadir. Hay que vivirlo. Del capitán, el recuerdo de cómo nos condujo hacia las ramas, de cómo se metían en el barco y luego giró para salir de ahí. Al loro, que este luego se iba a un crucero por Italia, ¿no? El Schettino le llaman. Del barco, de la alegría, de la música... Al  after en una terraza en Cancún. Como en las películas. En una terraza, se sacan un after. Como quien planta un peral, igualito. Puede ser que por primera vez en el viaje, aquí sí que las fuerzas empezaban a rozar mínimos. Pero oye, seguimos de pie, que conste en acta arbi.

Y como lo siguiente toca en sábado, y por hoy ya tenemos lectura para recordar, dejamos esto en un continuará. Porque seguirá. Porque el espíritu Lupita sigue latiendo, y que siga así por muchos años más.

jueves, 8 de marzo de 2012

Memorias de la Riviera: Remember CocoBongo

No sé si quedará ya alguien por aquí, pero tenía que volver. Dejar esta historia colgando sería injusto. Y no he sido yo quien así lo ha creído, sino las circunstancias que se han dado en la última semana. Puede que después de tres meses el viaje se quede en un cajón, olvidado, con el único recuerdo de alguna foto esporádica que te sale por ahí, y nombres que te vienen a la cabeza. Puede que al final todo se quedara en eso, en recuerdos sin esencia.

Pudo ser así, pero no lo es. No lo digo únicamente por aquellas canciones que antes odié y ahora escucho nada más levantarme. Ni por recuperar ese carácter Lupita cuando suenan los primeros segundos de las melodías. La esencia está en la gente, en los del viaje, en ese grupo. Que te pregunten si has parado de escribir, si vas a poner algo de CocoBongo, si vas a seguir... Señales. Ver al "Boss" subido hoy en una silla para buscar a gente, y tener un flashback viéndolo subido en la proa del barco en la fiesta de blanco, dirigiendo a la orquesta de 60 que éramos al ritmo de la música, es una señal.

Volvamos a ponernos en situación. Volvamos a la época en la que las noches eran de corto, y la pulsera era una seña de identidad. Al lugar donde estrés venía después de "es uno", y nada más. Nos quedábamos en el jueves, un jueves como hoy, en el barco. Con uno de los mejores recuerdos que tendremos en un barco, en una fiesta. La palabra fiesta no hace justicia del todo, así que lo dejaremos en El Barco. 

Después del barco nos tocaba reponer fuerzas para la noche. Porque venía el plato fuerte, CocoBongo. Y mira que nosotros fuimos al barco pensando en descansar en la cubierta tranquilamente, disfrutando del mar, pensando en CocoBongo. Y al final llegamos al buffet pensando, ¿pero todavía queda más?. ¿Sería posible mejorar el día? Bueno, allí las preguntas se hacen después de sentarse con la pulserita, con el pollo, las hamburguesas, patatas, nachos y cuatro bolas de helado de las cuales luego sólo picarás de dos. Cogiendo fuerzas, y algún colgado (entre los que orgullosamente me incluyo), que salieron a correr después del barco. Y es que la camiseta del gran Club de Fútbol Atlante no pudo tener mejor estreno que ofrecer asistencia a una damisela que pasaba frío (y eso que como buen ingeniero intenté taponar el aire con pañuelos), y después de running con la roijlla. ¡La envidia de la urbanización! No os digo más, que yo creo que había uno que pasaba una y otra vez para saborear un poco más la envidia. 

Todos convocados con SuperNacho & Paulina. Todos con ganas de redondear el día. Miento. Porque de nuevo, la misma historia. Caras de sueño y de cansancio. Caras que se preguntaban si no hubieran hecho mejor quedándose ahí con Blanquita en Lupita. Pero no, esta gente está hecha de otra pasta. Aquí estamos a las dura y a las maduras. 

Y el cansancio se esfumó. Así de simple. Como la lluvia torrencial que caía, y luego desaparecía. Nada más ponernos delante de la puerta, el cansancio cogió un taxi y se fue de allí. Y nos quedamos nosotros, sólos, a pasarlo chévere. Con nuestra identidad Xcape, rumbo hacia el mundo de CocoBongo. En aquel pasillo con fotos del espectáculo, esa luz roja que parecía una atracción de EuroDisney, o la boca del infierno/cielo. Esa tensa espera, a saber qué era ese tal CocoBongo del que todos hablaban. Mira que estamos cansados, mira que como sea otra discoteca más...

¡COCOBONGO! Lejos de defraudar, engancha, cautiva y deja huella. Nuestra llegada fue como en las películas, con confeti por el cielo y todo el mundo a ritmo de samba. Nunca mejor dicho, porque fue el momento del espectáculo de samba. Sencillamente impresionante. Por mucho que lo intente no podré transmitir todo lo que me gustaría transmitir. Y es que hay imágenes que valen más que mil palabras, y en ese sentido CocoBongo es toda una película. La sensación de estar ahí arriba, disfrutando y compartiendo el momento. El espíritu del Caribe. Saboreándolo desde nuestro reservado, mientras abajo decenas de personas seguían el ritmo de los éxitos. No era música sin más, era además. Canciones como la "Gasolina" venían precedidas por el rugir de un motor (V8, para que parezca que sé). Ni qué decir que eso ya me rompió los esquemas. Y luego aparecía por ahí La Máscara, los Piratas del Caribe, Mouline Rouge, Tron, Gladiadores... Sencillamente increíble.

Y como dije hace tiempo, ahora que cada cual rellene el resto de la historia con su parte. Porque cada uno aportó algo que nadie hubiera podido hacerlo así. Porque cada uno personalizó su espíritu CocoBongo. Y es que la magia de CocoBongo siempre estará aquí. Donde estamos, aunque ahora ya más lejos. La magia de CocoBongo que permitió crear nuevas historias. Y todo después del Barco. 

En ese jueves 12 de enero de 2012. Cuando la historia permitió que el jueves, tachado muchas veces como jueves negro, recuperase su esplendor. Para ser El Jueves de Riviera Maya. 

Ese Jueves de Riviera Maya. Por siempre.