lunes, 6 de febrero de 2012

Memorias de la Riviera: Un barco nunca más será un barco

Hace más ya de 21 días de aquel jueves de enero. Y el tiempo cada día lo dejará más lejos. Todo empezó con novedad, la novedad del snorkel en el Caribe. Todo iba a ir según lo planeado, todo iba a ser divertido. Otra fiesta más, otras muchas anécdotas más. Pero las cosas nunca son como están escritas, o quizás fue la voluntad del equipo Tecnun-ISSA el que hizo que los barcos nunca más sean barcos.

La aventura del snorkel bien merece la pena ser recordada, aunque los eventos de después la dejen casi en segundo plano. Nos teníais que ver ataviados con esos chalecos salvadidas, que te salvarán de la tormenta más brutal, pero la dignidad te la hunden en lo más profundo del océano. Las gafas, última modelo según Xcape team. Y las aletas. Las aletas, o cómo ver a 30 candidatos a payaso andando por el barco, algunos buscando el pie izquierdo, otro con todo el equipo puesto a falta de más de 10 minutos de echarnos al agua.

Para un debutante como servidor, la experiencia del snorkel fue divertida y curiosa. Los cinco primeros minutos, con el chaleco bailando a la altura de mis orejas no tan memorables y heroicos. Con el chaleco ajustado y los sabios consejos de un teleco metido a buceador, todo listo para pasar un buen rato. El Sr. Kutz guía de excepción (además de magnífico comentador del blog) y nosotros como pobres patos de un lado a otro. Me perdí a la virgen, vi peces de mil y un colores, desconecté, me conecté con Caribe y disfruté. Tanto desconecté que había perdido mi sentido de la orientación, y lo que era un barco extraño resultó ser nuestro barco. No le había cogido yo un cariño distinto que el que se le tiene a otro barco, por eso todavía no lo reconocía. No lo sentía como "nuestro barco". Después de la primera oleada de valientes, llegó la segunda. Con los, ya nos considerábamos veteranos en esto del snorkel, mirando desde arriba a los novatos. Y con el plan claro de "pasar un rato tranquilos, sentados arriba, tomando el Sol". Eso nos dijimos, pues venía CocoBongo y las baterías no son ilimitadas. Haríamos algo tranquilito, sentados, como mucho un par de movimientos ortopédicos tipo "un brazo apoyado en barra", que tampoco había que forzar.

Quién nos vio decir eso, y quién nos vio a los cinco minutos. A todos. A Tecnun-ISSA-UN, porque ahí estaban también algunos de LADE de Pamplona, ¡que el Mundo es un pañuelo!. Es difícil, muy difícil explicar todo lo que pasó en ese barco. No me podría quedar con una escena, con un comentario o con una canción. No es como otro día cualquiera (ningún día es aquí "cualquiera") del que conservas dos, tres minutos de la película y con eso ya tienes material para contar todas las batallitas. Lo que pasó en ese barco fue distinto al resto. Muy distinto. Lo resumiría como la conexión perfecta de todos nosotros con el Caribe. ¿Sabéis la típica escena de videoclip de un barco, música pegadiza y uno cantando con cinco bailando? Con ese Sol de fondo, el barco surcando los mares, y él con la sensación de tenerlo todo. ¿Sí?¿Me explico? Pues se queda corto. Ahí estábamos los 70 del viaje, conectados en apenas 30 metros cuadrados. Nada de caros pantalones ni vestidos especiales. Adiós a los zapatos de punta y los tacones de aguja. Aquí sólo entras con bañador y chancletas. Y será mejor que dejes las chancletas a un lado. 

Recuerdo una imagen en especial. El Sol, anarajando, en esa delgada línea entre el rojo fuego y el amarillo que antes brilló. El Sol del Caribe ocultándose entre las torres de Cancún, dejando atrás el día y dando paso a la noche. Uno de los atardeceres más increíbles que he visto nunca. Y no sólo por el marco, con Cancún al fondo y nosotros en medio del mar, sino por el ambiente que se respiraba en ese momento. La música. Enfermiza música que hizo que ahora conozca a Daddy Yankee y tenga memorizado el "Ai se eu te pego". Y las gente. Porque cuando conectan 70 personas con ganas de pasarlo bien es increíble, pero cuando conectan estos 70 en la cubierta de un barco en Cancún es... Especial. Emocionante. Memorable. Mágico. Es (posiblemente) irrepetible. 

El barco. Tecnun-ISSA. Paloma © 
Muchas veces escribo recordando, pero creo que hay veces que es mejor dejar un espacio en blanco. Y como ahora, que cada cual recuerde su barco. Su día ahí. Desde el atardecer, hasta cuando cayó la noche. Posiblemente todos tendremos en común el recuerdo del puente, aganchándonos (unos más que otros, los milagros no sólo en Lourdes y alguno le debe la vida a una vitoriana) cuando pasábamos a escasos centímetros del hormigón. El recuerdo del barco inclinado cuando todos estábamos en un lado. El recuerdo de los bancos del barco, donde la gente sentada dio paso a la gente de pie. El recuerdo de ver como unos pocos hacíamos a coro el famoso, y odiado por algunos, corazón. Los mismos que luego te intentaban tirar al agua desde la cubierta. El recuerdo de ir de corro en corro, con la gente más "Xcape" que conocerás nunca. Desde gente de la tierra de la patata, del buen vino o majicos como pocos, hasta "¿dónde están estos? Ah sí, mira los brazos arriba de IronCat ". Cada canción tiene su historia, su imagen: el corazón (cómo no), el gesto del "Munipa" y "arbi casi tan fuerte", las fotos improvisadas, risas, alegría... Posiblemente irrepetible. Ojalá me equivoque.

Difícil seguir contándolo. Porque cada frase es una rama que da lugar a mil anécdotas, mil imágenes. Donde siempre encontrarás a algunos de estos 40 locos y 30 locas disfrutando del Caribe. Conectando con el Caribe. Y desde entonces, los barcos nunca más serían para nosotros un barco. Hoy han mencionado la palabra yate. Y más de uno ha vuelto a pensar en aquel jueves 12 de enero. 

En aquel día en el que todo alcanzó otra dimensión. En aquel día en el que el Caribe estaba concentrado en 30 metros cuadrados en 70 personas. 

sábado, 4 de febrero de 2012

Memorias de la Riviera: El jueves.

Podría pasarme un día pensando en el título y no podría resumirlo mejor. Podría buscar una entre las fotos del viaje y no acertaría con ninguna. Incluso podría tratar de escribir mil páginas sobre ese jueves 12 de enero, y me quedaría corto. El plan se describe fácil y rápido: ir a Isla Mujeres, hacer snorkel, para terminar en CocoBongo.  Dicho así tiene buena pinta, apeticible, volveríamos ahora mismo dejando atrás el frío y la nieve, ¿no?. Un jueves 12 de enero, uno de 365 días, uno de siete de la semana.  Pero desde ese día, los jueves ya no son tan jueves, y los barcos, no son sólo barcos.

Todo empezó (este parece el guión ya de una película, sólo falta el pequeño Billy y la nevada del '87) donde nacen las buenas historias de este viaje. En Lupita, con el grupo Tecnun-ISSA preparado para ir a Isla Mujeres, darse un bañito de snorkel, lo que surja en el barco y luego a CocoBongo. En mente estaba CCB (confianza ya con CocoBongo) como una de las estrellas del viaje. Porque algo tendrá que todos te lo recomiendan cuando vas a Playa del Car, porque algo habrá aparte de música que todos te preguntan a la vuelta si estuviste allí. Pues sí, estuvimos, pero antes... Antes había mucha tela que cortar.

Para ir a Isla Mujeres cogimos un barco en un embarcadero de Cancún. Sorpresa. Sí. Efectivamente. Un bus llegó tarde, avería o vago por naturalez, no sé; por suerte ya no me tocó la niña bonita y pude olvidarme de luces rojas y ventiladores. A cambio, pude estirar unos minutos más el Sol de Cancún, sentado en la proa (morro, para que no busquéis en Google como he hecho yo ahora para asegurarme) del barco, al Sol del Caribe, con el agua cristalina y el cielo despejado. ¿Preocupados, no? Temperatura agradable, Lorenzo pegando fuerte desde los cielos, y la mar en calma. Todo en calma. Todos esperando a salir allí, al mar, al Sol. Rumbo a Isla Mujeres captain! Con ese nombre, Isla Mujeres, más de uno estaba yo con el radar activado y el sonar en marcha. Al captain del barco lo veo como un pirata jubilado con marca en la cara de una pelea con un mono en alta mar, o un antiguo Xcape entregado ahora a la mar. Nuestras vidas en sus manos. Máxima confianza.

Plo, plo, plo, despacito salimos del muelle. Rodeados de árboles, lianas y moviéndonos por el mar cristalino, casi transparente, con ese matiz azul cielo (mi gama para  describir colores no es muy variada) volcado en el mar. En la proa respirando el Caribe, desconectados del Mundo real, conectados todos en un viaje especial hecho día a día por gente especial. A medida que nos metíamos más en la bahía, más perspectiva teníamos de Cancún: hoteles, resorts, aroma de fiesta y relax. Alguna nube también quiso sumarse a este jueves y de vez en cuando Lorenzo se escondía detrás de ellas. Pero en este juego del gato y el ratón, nuestro captain haría lo posible para encontrar el Sol. Yo no entiendo de la mar, todavía necesito pararme a pensar cuando hablo de proa y popa, pero el zig-zag del captain era más que interesante. En una ruta con apenas un barco circulando, todo libre a izquierda y derecha, nuestro captain reinterpretó la física: el camino más corto entre dos puntos es el zig-zag. Otro rollo.

En Isla Mujeres, Sol, soleado, Sol. Qué lejos queda eso ahora cuando estamos con los guantes, los pantalones largos y abrigos contra el frío y la nieve. Pero volvamos a aquel jueves 12 de enero. Apostaría mi colgante de Oráculo (ya os contaré esa historia) a que de los 70 que estaríamos ahí por lo menos 10 se dieron un buen golpe al bajar del barco contra la madera esa. Por mucha instrucción de Xcape, nos fatalba porco para saltar del barco a disfrutar de Isla Mujeres. ¿Qué hay en Isla Mujeres? Pues... Hombre, no es Playa del Car pero es curioso. Es curioso ver la primera calle, la principal, la que recorrer la Isla de punta a punta (apenas 3kms) llena de color, con la playa a la izquierda y tiendas para el guiri a la derecha. Con los edificios bajos, todos pintados de alegres colores, casi empujándote a estar de buen humor. De esta avenida nacen más calles, callejuelas y terrenos inciertos. Las dos primeras paralelas llenas de puestos para el guiri, con los precios más baratos en cada local (curioso, ¿no?) y venta de camisetas, figuritas, máscaras y caracolas. Más allá, lo incierto. Lo que no se ve en las revistas. Los cables enredados, las calles irregulares y las peluquerías mixtas. Es un curioso contraste, en aquella pequeña isla del Caribe, de lo que es esto. La realidad y tú realidad.

Esto de salir fuera y no tener el buffet a mano te exige ciertos sacrificios. Algunas tales como comer como una persona civilizada, y pagar. Aunque algunos hacían la jugada de "desayuno fuerte, luego no como y ya cenaré fuerte". Bien, lo de desayuno fuerte bien te lo podría decir uno que cada mañana se metía cuatro crepes, cuatro zumos y frijoles. Tranquilamente. Como para pensar en desayunos más fuertes. Opté por sacrificar comida a cambio de un poco de tiending, de ver el comercio local y hacer la de guiri y comprar algo para casa. El regateo fue duro pero con la asistencia del arbi me hice con la elástica del mítico y célebre equipo de Atlante. No os perdáis su página web con fuergos artificiales y todo. Gracias al manual del regateo puedo lucir ahora esta camiseta, rememorando buenos tiempos, celebrando goles con Chichen Itzá y Cancún como official sponsor. Antes de ir a la playa, tocaba hacerse con un coquito. No uno callejero como hizo "El Pulpo", sino de un local autorizado para el comercio. Cuchillo en mano, dos golpes, y una pajita. Ahí tenías por apenas 2€ un coco para beber. Dando el toque caribeño. ¡Que estamos en el Caribe!

Todo el mundo las fotos de rigor en aquella playa de Isla Mujeres, poses en la arena, en el agua, con el coco, con el gorro... Ellas con estilo en la orilla, nosotros somos más de estilo "once inicial del fútbol". Bañito, remojarse, descansar y disfrutar. Unas pipas de calabaza en la playa, tumbado, mirando al cielo azul. La gente paseando, el mar, y sin ruidos, sin bocinas, sin sirenas. Tiempo lento. Tiempo eterno. Recordad esta playa otra vez, el frescor del viento, el mar azul y cristalino, la arena blanca...  Y pilas cargadas para ir a hacer snorkel. Pilas cargadas para la fiesta (pensada en mente como tranquila) en el barco. Vamos que nos vamos. Gracias Isla Mujeres. ¿Nos veremos algún día más?