miércoles, 10 de octubre de 2012

Italia. ¿Pero tú no estás en Graz? Parte I

 La última vez que escribí estaba en Italia, preparándome para la pole rossa en Monza. Parece que fue hace mil y una noches cuando dormíamos en Castellanza, y lo que ha llovido desde entonces. Concluiré hoy la aventura italiana antes de pasar a Austria, aunque algo me dice que la aventura italiana nunca (o por lo menos aún no) estará terminada, que alguna puerta se abrió. Y que Italia una vez que vas, quieres volver.

El sábado en Monza el panorama mejoró, pudimos disfrutar de los F1. Del calor que desprenden los escapes, del olor a goma quemada y de la competición vivida desde una tribuna en Italia. Nada que ver con lo que se percibe desde casa, aquí se siente. Todos aplaudiendo al ver pasar a los nuestros, todos animando. El calor, don Lorenzo, golpeaba con el mazo, pero por la F1 esto se tolera. Aprovechando esto, como jarro de agua fría la 10º posición de Alonso. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué? Bueno, las carreras se ganan el domingo. Con ese pensamiento nos despedimos el sábado de Monza. De un Monza que también te ofrece GP2, GP3, Porsche Cup y un parque. Sombra y carreras, sol y gasolina. Alegría. A todo esto, nuestro amigo libio apareció por ahí con su primo.

GP Monza: Siete de la mañana
La vuelta a Milano fue ideada como: vamos y a ver si encontramos algún sitio donde dormir barato, aunque sea un cuchitril. Bien. Los tres con bolsas de supermercado, oliendo ya a humanidad gracias al calor, al sudor y a estar en un circuito más de ocho horas. Con deportivas, sin afeitar, sin peinarse. Con las gorras y bandera de Ferrari como protección ante las miradas más fashion de Europa, Milano. Bueno, empezamos la búsqueda. Y la resumo en: nada. Efectivamente, tuvimos suerte con los trenes acertando combinaciones el sábado, no con los hoteles. Aquí sin don Dinero, sólo podíamos soñar con la ducha. Así pues, se tomó la decisión. La que pudo suponer el fracaso del viaje. Dormiríamos en la estación central de Milano. Sí. En el suelo. Ahi tirados. Para prepararnos psicológicamente tomamos la decisión de pasear por la ciudad, tan cansados estábamos que pasamos un par de horas en una plaza viendo pasar gente. Admirando todo. Disfrutando, con el eco de los F1 en nuestras cabeza. No hubo mejor forma de llenar el estómago que con una pizza, aunque todo hay que decir, nos sentimos rechazados en un local donde "no había sitio". Eso, o no les gustaban las deportivas sucias, el pelo revoltoso y nuestro peculiar olor. Da igual, somos Lupita, y cenaremos pizza. Encontramos otro local, y pudimos disfrutar de una buena cena. Un homenaje. ¿La última cena? No todos podremos decir que hemos dormido en el centro de Milano, un sábado de Gran Premio ya pierna suelta. Luego habrá que explicar que era la estación de tren, que era el suelo y los bancos. A unos nos costó más que a otros dormir, quizás porque uno no está muy acostumbrado a miradas furtivas e indios contándote que está de tour por Europa y que quiere entradas de F1 para Monza. ¡Qué casualidad buen hombre! Tengo tres entradas en mi mochila, esta mochila con todo el dinero de la semana, mi cámara y la ropa. Sí, esta mochila que llevo soldad al brazo. Vivimos para contarlo.

Domingo. Domingo de carreras. Domingo de F1. Cogimos el primer tren, el de las siete de la mañana, para olvidar el suelo de Milano Centrale y soñar con Monza. Con la incógnita de si aguantaríamos todo el GP gracias al descanso "placentero" de Castellanza y la estación. Con esa sensación de estar quizás perdiendo la ocasión de disfrutar la Fórmula Uno en su catedral de la velocidad. Algo tendría que pasar para remediarlo, por favor, y que pase ya.

Ocho en Monza. Neblina. Bosque. Rocío. Un abrigo que acompaña. El silencio, la calma que precede a la tempestad. Es el romanticismo de la velocidad. Es algo que se siente, se percibe. Las carreras no son sólo vueltas, son sentimientos. Y Monza los tiene todos. Entre el bosque decidimos ir al paddock, mejor dicho, a la puerta. A ver si veíamos a alguien y hacer tiempo. ¿Veremos a alguien? Está difícil, ¿no? Pues no. Bendito domingo de carreras (pienso en ti Karma). Por ahí aparecen coches oficiales de los equipos: Ferrari, RedBull, Mercedes, Lotus, HRT, todos. Y vemos que está ahí el parking de pilotos, y aparece Grosjean y señora, Heikki, Di Resta, mecánicos e ingenieros. Andrea Stella, Norbert Haug, Nira Juanco. Un mecánico que al ver la camiseta de la Real (idea de Javi y Ion Mikel, uno es bético) se acerca y nos habla en euskera: un zarauztarra en HRT. Y nos quedamos con la duda de habernos tenido que lanzar a pedirle entrar. La duda eterna que quedará... Y apareció nuestro ángel. Y pasó lo increíble. Y luchó como nadie por nosotros. Nosotros tres, ahora con la imagen de tres sucios bandidos, nos convertimos en personajes de paddock. Pasamos de estar detrás de la barrera a estar ahí, en la zona reservada. En el paraíso. En aquél sueño que el día anterior se nos cerraba y mirábamos como "algún día se abrirá". Y hoy domingo se abrió.

A medio metro, a dos minutos para salir
Ver los GP2 a unos centímetros, los pilotos y mecánicos preparando el coche para la carrera es algo indescriptible. Piensas que te caes, les rompes un alerón y a ver qué hacen, y te echas para atrás unos centímetros. Los pilotos preparándose para salir, esa calma rota. Y nosotros a la cafetería a ver la GP2 con los demás del paddock. Con los familiares y amigos. Disfrutando de bebidas energéticas y soñando despiertos. Con gritos nos despertamos y vemos aparecer a Alonso directo al paddock F1. Más energía. Damos las gracias, con la mayor sinceridad del mundo. Y volvemos sin creernos lo vivido. ¡Vamos a la carrera!

Ambiente en las gradas. Siamo uno.
Carrera que se pasa volando en vivo. Animando cada vuelta, aplaudiendo, gritando sabiendo que no se escuchará pero quizás unido algo hará. Todos juntos, tifosi. Ahora sí, siamo tifosi. Y nada más acabar la carrera...¡Carrera a por el podio! Esa recta de Monza de apenas unos segundos, crees que la harás en nada. Te motivas, y sales escopeteado. Luego, a los 300 metros te das cuenta que no eres un F1, que no es un sprint de 100m. Que todavía queda mucho. Y echas fuego por la boca. Pero al ver el podio sigues corriendo: banderas, camisetas, gente corriendo, gritos de alegría, aplausos, estos es Monza. El olor a champagne, verles ahí arriba en el podio, los himnos y celebraciones... Increíble. Llegamos. Disfrutamos. Hemos vivido Monza.



Siamo Lupita. Siamo tifosi.
Lupita conquista Monza

Monza nel cuore.